sábado, 11 de octubre de 2008

La compra

LA COMPRA

Llevaba varias horas andando y aun no sabía en cual librería encontraría lo que buscaba. Empezaba a oscurecer y la llovizna amenazaba con convertirse en aguacero; rascó su cabeza y maldijo en silencio, -esta vez no fallaría-.

Necesitaba tiempo para decidir donde hacer la compra. Entró a una cafetería y mientras tomaba un café revisó sus anotaciones. -La voz le indicó que la librería del viejo era la mejor opción-, este atesoraba cientos de libros que había coleccionado durante años. Allí haría la compra, se levantó y con decisión caminó bajo la fuerte lluvia, hacia su destino.

Por un instante, dudó si empujar la puerta, pero la cafeína y el eco de la voz, lograron su cometido. Al entrar, observó a dos personas que husmeaban entre los estantes atiborrados de libros escritos en lenguas ya olvidadas. -Seguro me vigilan-.

Recorrió con sus ojos cada estante, tantos libros, menos el que buscaba. Tal vez se había equivocado. Se rascó la cabeza, -no cometería el mismo error otra vez-, las señales eran precisas.

Se dirigió a donde estaban el viejo y su esposa.
Con voz fuerte dijo: Necesito el gran libro.
El viejo interrumpió su conversación, levantó la cabeza y lo miró a los ojos.
-¿Qué libro?, ¿Quién es el autor?-
-Maldita sea-, gritó, mientras rascaba su cabeza.
-¿Como que quién?-
-El único; el gran autor del libro de libros. Usted lo esconde-.
-No sé de que habla, no es necesario que grite-.
-Mire viejo, soy el único que merece poseerlo-.

La voz lo confirmaba. Todo estaba claro, el viejo quería burlarse al igual que los otros, pero él no lo permitiría.

Rascó su cabeza y con un rápido movimiento sacó un cuchillo de su mochila y sin dejar tiempo para que el viejo pudiera decir o hacer nada, se avalanzó sobre la anciana, clavándoselo varias veces en el pecho, luego sin inmutarse y ofrendando este sacrificio al gran autor, clavo el cuchillo en el pecho del viejo, quien paralizado y con ojos desorbitados observaba el cuerpo ensangrentado de su esposa, los clientes corrieron aterrados ante tan macabra escena.

-Ignorantes-, miró los cuerpos sin vida y sus manos llenas de sangre, rascó su cabeza y se sentó en el piso junto a los cadáveres. Encendió un cigarrillo, repasó sus apuntes y mientras fumaba tachó de la lista la librería del viejo.

Por la puerta entró la policía, ya lo conocían. No se resistió cuando le pusieron las esposas, mientras con la mirada pérdida en el infinito, repetía que solo quería comprar el libro de libros.

Al salir, la lluvia resbaló por sus manos lavando la sangre… mientras la voz le aseguraba que la siguiente vez no fallaría.

Mylkas

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